Pablito era un niño muy solitario, no tenía amigos y le costaba mucho socializar con otras personas. Era hijo único y a pesar de eso, sus padres no eran muy consentidores con él, de hecho, su padre pasaba mucho tiempo en sus negocios y su madre se entretenía con sus amistades y asuntos sociales.
Cuando Pablito trataba de jugar con otros niños, estos los rechazaban y se alejaban de él, Pablito no sabía cómo acercarse a los demás, constantemente se sentía deprimido y lloraba en silencio durante las noches en su habitación.
Un día, Pablito decidió caminar por un bósque cercano a la ciudad donde vivía, se introdujo a través de un sendero caminando entre los árboles para tratar de buscar un lugar donde estar tranquilo y con suerte, poder encontrar a alguien con quien hablar o jugar. Pablito caminó y caminó sin darse cuenta que el día avanzaba hasta que eventualmente oscureció, para cuando Pablito fue consiente de la noche que lo cubrió, había perdido el camino de vuelta a casa y debido a la tenue luz de la luna, apenas distinguía el lugar donde se encontraba. Pablito no sabía qué hacer, por lo que decidió seguir caminando por lo que él creía era el camino que había tomado, sin embargo, no era capaz de ver por donde pisaba. Así continúo por un par de minutos hasta que en su andar, encontró una cueva, estaba cubierta de maleza y musgo pero aun así, Pablito decidió entrar en ella, pues el cielo había oscurecido aún más debido a las nubes grises que poco a poco le cubrían, anunciando la inminente lluvia que se aproximaba al lugar.
Al entrar en la cueva Pablito solo pensaba en volver a casa, se sentía asustado, con frío y con hambre, no sabía qué hacer y se sintió tan solo que creyó por unos momentos que moriría en ese lugar, solo y sin que sus padres supieran de su paradero o peor aún, que ni siquiera les importara que había sido de él. Pablito se sentó en el suelo, hundió el rostro entre las rodillas y su pecho, rodeo con sus brazos sus rodillas como si se aferrara a un tronco y sin evitarlo, comenzó a llorar, entre sollozos Pablito deseo que las cosas fueran diferentes, que los demás niños lo aceptarán y que dejaran de molestarlo cada vez que él trabaja de jugar con ellos, deseo también que sus padres le prestarán atención y que pasarán más tiempo con él. Poco a poco sus lágrimas fueron humedeciendo su pecho y rodillas; estuvo en esa postura por algunos minutos, Pablito dejo de llorar pero conservaba su ojos húmedos, y su postura con las cara entre las rodillas y pecho, de pronto escucho un ruido que hizo eco dentro de la cueva, Pablito se asustó y rápidamente se incorporó y rápidamente seco sus ojos con el dorso de su brazo, el sonido se repitió y por un instante creyó que se trataba de una criatura, tal vez un monstruo que podía devorarlo, no podía salir huyendo, pues la lluvia había arreciado y afuera en el bosque se había forma una densa neblina, Pablito apenas podía distinguir los arboles a la distancia, nuevamente escucho el sonido haciendo eco en las paredes de la cueva.
Lentamente los sonidos se fueron aclarando, Pablito pudo percibir que los sonidos escuchaba eran pisadas, pisadas que poco a poco se acercaban a su ubicación, el pequeño estaba muy asustado, aún más que antes y en lo único en que pudo pensar en esos instantes era cerrar los ojos, cubrió su rostro con sus pequeñas manos y esperó su final dentro de esa cueva solitaria. De pronto escucho una pequeña pero profunda voz que hizo que se le erizara la piel del miedo.
-¡Hola pequeño!-, Pablito bajo lentamente sus manos del rostro y al tiempo que abría los ojos y pudo notar en la oscuridad frente a él, un par de ojos rojos pequeños pero de aspecto siniestro. No sabía que hacer o que decir, sabía que si salía corriendo de la cueva se perdería en el bosque y sería más probable su muerte, sin embargo, tomo fuerzas de lo más profundo de su ser y decidió enfrentar a la criatura.
-¿Quién eres?-, pregunto Pablito, con la voz quebrada por el miedo y ganas de llorar que trataba de controlar. La criatura lo miro con curiosidad sin parpadear.
-¿Quién eres?-, pregunto Pablito, con la voz quebrada por el miedo y ganas de llorar que trataba de controlar. La criatura lo miro con curiosidad sin parpadear.
-Disculpa si te asuste, pero no pude evitar notar tu presencia en mi hogar, creí que eras algún invasor peligroso y trataba de proteger mi casa-, Pablito sintió un sentimiento de culpa que ocupo el sentimiento de miedo que tenía.
-Yo me disculpo, no era mi intensión entrar así a su casa señor, pero me perdí y no puedo encontrar el camino de regreso a la mía.
-Entiendo, no te preocupes, puedes quedarte aquí mientras pasa la lluvia y puedas volver a tu casa.
-¡Gracias señor!-, Pablito sintió un gran alivio de saber que aquella criatura no le haría daño. La criatura lo miraba fijamente desde la oscuridad.
-A todo esto, ¿qué hace un pequeño niño como tú, solo en el bosque y a tan altas horas de la noche?
-Estaba buscando lugar donde estar tranquilo o a alguien con quien pudiera hablar-, Pablito comenzó a contarle su historia a la criatura.
-No tengo amigos, los niños de mi localidad no quieren jugar conmigo y mis padres apenas notan mi presencia en casa, a veces creo que olvidan que existo-, Pablito no distinguía la forma de la criatura dentro de la cueva, pero notaba que movía la cabeza, ya que sus ojos se movían como cuando un cachorro gira su cabeza frente a su amo.
-Te entiendo pequeño-, añadió el ser en la oscuridad, -yo también he tenido problemas para hacer amigos, por eso vivo solo en esta cueva, aquellos con los que viví hace tiempo me han abandonado.
-Entonces ¿usted tampoco tiene amigos señor?
-No, nadie quiere está conmigo-, respondió la criatura.
Pablito sintió un cierto aprecio por aquel ser, pues su situación era similar a la suya, por lo que decidió hacerse amigo de la criatura de la cueva.
-Qué te parece si tú y yo somos amigos-, dijo Pablito a la criatura, su voz se había tranquilizado y era capaz de pronunciar mejor las palabras.
-¿Lo dices en serio?-, pregunto la criatura con algo de asombro en su ojos.
-Claro, así ambos dejaremos de estar solos y no sentir tristeza.
-Tiene razón pequeño… entonces, seamos amigos.
-¡Bueno!-, agrego Pablito con su voz inocente y una pequeña sonrisa se había formado en su rostro, algo que hacía mucho no podía hacer debido a su constante tristeza y sentimiento de soledad. -¿Puedes salir de la oscuridad?, quisiera ver cómo eres-, continuo Pablito.
-Pero, podrías asustarte de mi apariencia, gritar y salir corriendo.
-No gritare-, dijo Pablito, -Y tampoco saldré corriendo, lo prometo, además, a donde iría, creo que estoy más seguro dentro de la cueva que fuera de ella.
-¿Está seguro de que quieres verme?
-Sí, lo estoy, sal por favor.
-¡De acuerdo!-, dijo la criatura y poco a poco comenzó a surgir de la oscuridad de la cueva a la tenue luz de la entrada.
Pablito pudo apreciar que a pesar de la voz profunda de la criatura, esta no parecía tan terrorífica, al verlo por completo pensó que la criatura parecía una especia de dragón del tamaño de un perro chihuahua, poseía un par de alas, púas en la espalda y un par de cuernos adornaban su cabeza, a pesar de su aspecto Pablito no se asustó, por el contrario, sintió un gran consuelo de saber que por fin había conseguido hacer un amigo. Pablito paso el rato contándole a su nuevo amigo todo lo que vivía a diario, las constantes burlas y ofensas por parte de los demás niños, la poca atención de sus padres y su sentimiento de soledad.
-Ya no estarás más solo-, dijo la criatura a Pablito.
-Y a todo esto, ¿cómo te llamas?-, pregunto la criatura.
-Me llamo Pablito-, respondió el niño, -¿Y tú?, ¿Cómo te llamas?
La criatura se quedó un tanto pensativa y después de unos segundos en silencio contesto:
-Ahora que preguntas, creo que no tengo nombre, pues siempre he estado solo y aquellos que estuvieron conmigo nunca me dijeron si tenía algún nombre por el cual llamarme. Pablito escuchaba atento a la criatura, -Se me ocurre algo-, dijo de pronto el pequeño ser, -¿Qué tal si tú me pones un nombre?, así ya sabrás como decirme.
-Tienes razón, me parece una buena idea-, contesto Pablito. El pequeño niño comenzó a pensar en un posible nombre para su amigo, -Muy bien, ¿qué nombre te podría dar?-, pregunto para sí mismo Pablito, medito un par de segundos, mientras la criatura lo observaba pensando.
-¡Ya lo tengo!-, dijo Pablito con euforia, -¿Qué te parece si te llamo “señor D”?
-¿”Señor D”?-, pregunto la criatura.
-Sí, ¡Señor D!, pareces un dragón y los nombres que se me vienen a la mente no parecen muy adecuados para ti, además con esa voz que tienes aparentas ser un gran señor, entonces se me ocurrió ese nombre, ¿Qué te parece?
-Me gusta-, respondió la criatura, -de ahora en adelante me llamare Señor D.
-Muy bien… bueno Señor D, ¿te gustaría jugar?
-Claro, pero afuera la lluvia sigue estando muy fuerte, ¿qué te parece si jugamos a las escondidas dentro de la cueva?
-¿Pero qué tal si me pierdo?-, pregunto Pablito.
-No te preocupes, si eso pasa yo te encontrare, conozco muy bien esta cueva, he vivido en ella ya mucho tiempo.
-Está bien, en ese caso tú vas primero, ocúltate y yo contare hasta diez, pero no te vayas muy lejos-, dijo Pablito con alegría.
-De acuerdo-, dijo el Señor D y acto seguido ambos amigos comenzaron a jugar. Las horas pasaron y Pablito se sintió cansado, el hambre que sentía había crecido y se notaba en su rostro la falta d energía, el Señor D se acercó a él para preguntar lo que le pasaba.
-¿Estas bien?, te ves algo débil.
-Tengo hambre, no he comido en casi todo el día.
-Ya veo, bueno yo tengo comida, te puedo dar un poco.
-Eso estaría bien, gracias.
-Ahora vuelvo, no tardo.
La criatura se introdujo en lo más oscuro de la cueva y tardo un par de minutos, cuando regreso Pablito observo que el Señor D traía un trozo de carne en sus fauces, cuando la criatura llego hasta donde Pablito, le entrego el trozo de carne que llevaba.
-Aquí tienes, espero que te guste, es lo que normalmente yo como-. Pablito observo el trozo de carne con cierta incertidumbre.
-¿De dónde sacaste esta carne?
-Es carne de una liebre que case en la mañana, quizá este algo cruda pero sabe buena y te dará energía-, respondió el pequeño ser, Pablito sentía una sensación extraña al pensar en comer carne cruda, pero el hambre que sentía no lo dejaba pensar claramente por lo que decidió darle una mordida rápida, el Señor D observaba a Pablito mientras masticaba la carne, al principio sintió un sabor extraño, pero con forme fue masticando la carne comenzó a sentir un sabor más agradable.
-Sabes, esta buena, no sabía que la carne de liebre cruda supiera tan bien.
-Lo sé, es muy sabrosa-, agrego el Señor D con una sonrisa. El pequeño Pablito siguió comiendo hasta sentirse satisfecho.
-Muchas gracias Señor D, creí que moriría de hambre-, dijo Pablito con el estómago algo hinchado por su saciedad y sus pequeños ojos entre cerrados por el cansancio.
-Ahora yo cuidare de ti Pablito, porque somos amigos, pero veo que ahora necesitas descansar así que trata de dormir, para que recuperes tus fuerzas.
-Si Señor D, gracias, buenas noches-, decía Pablito mientras se desvanecía por el sueño y cansancio hasta quedar completamente dormido, el Señor D lo observo, se acomodó a su lado y cerró los ojos para dormir en compañía de su nuevo amigo.
La noche avanzo y eventualmente el sol salió nuevamente al amanecer, la lluvia había terminado y los rayos de luz se introducían lentamente por la entrada de la cueva, Pablito sintió el calor del sol e su cara y poco a poco fue despertando, al abrir por completo los ojos, noto que estaba solo, busco a su amigo por todas partes donde podía alcanzar su mirada.
La noche avanzo y eventualmente el sol salió nuevamente al amanecer, la lluvia había terminado y los rayos de luz se introducían lentamente por la entrada de la cueva, Pablito sintió el calor del sol e su cara y poco a poco fue despertando, al abrir por completo los ojos, noto que estaba solo, busco a su amigo por todas partes donde podía alcanzar su mirada.
-¿Señor D?, ¿Señor D?, ¿Dónde está Señor D?-, Pablito se preocupó de estar solo, sin embargo, de entre la oscuridad brotaron los ojos rojos de su amigo quien se acercaba lentamente.
-Hola Pablito, buenos días, ¿dormiste bien?
-Si señor D, gracias, te levantaste temprano.
-Si yo no duermo mucho.
-Ya veo, pero porque no sales a sentir el calor del sol, se siente bien después del frío de anoche.
-No puedo salir al sol-, contesto el Señor D
-¿Por qué Señor D?, ¿la luz te lastima?-, pregunto Pablito con curiosidad.
-Si Pablito, veras, desde que tengo memoria la luz del sol me lastima, es por eso que no salgo de día de la cueva, únicamente salgo de noche a cazar o a explorar el bósque.
-Vaya, bueno entonces pasas todo el día en la oscuridad hasta la noche.
-Así es.
-Que mal, quisiera que vinieras conmigo, me gustaría que mis padres te conocieras y que los niños de mi barrio vean que he hecho un nuevo amigo.
-Me encantaría acompañarte Palito, pero no puedo.
-Entiendo-, dijo Pablito con la voz algo triste.
-No te preocupes Pablito, puedes hablarle a todos de mí, incluso podrías traerlos a la cueva para que me conozcan.
-¿En serio?, ¿Puedo traer a quien yo quiera a la cueva?-, pregunto Pablito con gran emoción.
-Claro que sí, tu eres mi amigo y todo aquel que sea invitado de mi amigo es bienvenido a mi hogar.
-De acuerdo, entonces le hablare a todos de ti, estoy seguro de que les dará emoción conocerte cuando les platique lo genial que eres.
-Eso espero, ahora deberías ir a casa, tal vez tus padres están preocupados.
-Está bien, nos vemos más tarde, cuando el sol haya bajado
-Muy bien Pablito nos vemos más tarde.
Pablito se despidió de su nuevo amigo y se dirigió directo a la ciudad al percatarse de que el camino no estaba tan lejos, pero la neblina no le permitió verlo durante la noche, corrió emocionado a su casa para contarle a sus padres todo sobre su nuevo amigo y de la experiencia de comer carne de liebre cruda. Cuando por fin llego busco a sus padres, su padre estaba como de costumbre en su pequeño estudio y su madre estaba en la cocina bebiendo vino y hablando por teléfono con una de sus amigas. Pablito se acercó a su padre pero este no le prestaba atención.
-Papá, papá, he hecho un nuevo amigo se llama Señor D, bueno así le puse yo porque no tenía nombre, es como un dragón en miniatura-, Pablito hablaba con rapidez y euforia mientras le contaba a su padre sobre su aventura de la noche anterior.
-Sí, sí Pablito, me da gusto que juegues al explorador con tus amigos-, su padre apenas prestaba atención a la historia de Pablito por estar pegado a su computadora.
-Pero solo tengo un amigo, vive en el bósque en una cueva enorme y muy oscura.
-Si está bien, tu amigo el dragón… aja… ¡rayos, casi me equivoco con el cálculo de estas transacciones!-, Pablito se dio cuenta de que su padre no estaba prestando atención a sus palabras, por lo que decidió ir con su madre a contarle su aventura.
-Mamá, mamá, a que no sabes lo que me paso anoche, me perdí, bueno, camine por el bosque hasta perderme y halle una cueva, en ella vive un pequeño dragón que ahora es mi amigo y me dio de comer ¡carne de liebre cruda!-, Pablito hizo una mueca como si hubiera comido algo acido al momento que le mencionaba la carne a su madre, -Al principio sabia rara, pero no es tan mala como pensaba, de hecho me supo buena, deberían probarla tú y mi papá.
-Si querida, yo le dije que no se comprara ese vestido, pero no me hizo caso ¿y qué pasó?, no combinaba con sus accesorios-, la madre de Pablito estaba tan hundida en su charla por teléfono que no hacía caso a la conversación de Pablito.
-Mamá, mamá…-, Pablito trataba de llamar su atención, pero era inútil.
-Si amiga, espera, permíteme un momento-, dijo repentinamente la madre de Pablito, para decirle un par de cosas, a lo que Pablito creyó que por fin le haría caso.
-Haber Pablito ¿qué es lo que pasa?, ¿no ves que mami está ocupada?
-Si lo siento mamá, pero te contaba de mi nuevo amigo, el Señor D.
-¿El señor D?, ¿Quién es el “Señor D”?-, pregunto su madre con un mueca de desaprobación en el rostro
-Es mi nuevo amigo, vive en el bosque, en una cueva y parece un dragón en miniatura.
-¡Ahhh… ya entendí!-, lo interrumpió de repente su madre, -El Señor D es tu amigo imaginario, ¿no cariño?-, Pablito torció un poco la boca por las palabras de su madre.
-No mamá te digo que es real, vive en el bósque.
-Pablito tu nunca has ido al bósque, el bósque está lejos de la casa y no hay forma de que pudieras ir tan lejos-, al escuchar las palabras de su madre, Pablito lo comprendió rápidamente, ni si quiera se habían percatado de su ausencia durante la noche anterior debido a que ambos estaban tan metidos en sus propios asuntos.
-Mamá es que no se dieron cuenta de que no estuve anoche.
-¿De qué hablas Pablito?, si estuviste en tu cuarto anoche, no saliste en toda la tarde, ahora se bueno y ve a contarle a papi sobre tu amigo el dragón el Señor G.
-¡Señor D!-, repuso Pablito.
-Lo que sea Pablito, ve con tu papá, yo ahorita estoy ocupada-, Acto seguido continuo con su llamada telefónica, sin prestar atención a los ojos de Pablito, lo cuales se habían humedecido a causa de las pablaras de ella.
Pablito salió de su casa, triste y con ganas de llorar, pero decidió ser fuerte y no hacer caso a las palabras de sus padres, decidió ir a buscar a los niños con lo que siempre quería jugar, normalmente los hallaba en el parque cerca de su casa, era un parque algo viejo y casi abandonado, casi nadie pasaba por ese lugar por lo que era muy solitario, aun así esos niños lo tomaron como su lugar de juegos, Pablito se dirigió camino a ese lugar para contarle a todos los demás niños sobre su nuevo amigo. Cuando Pablito llego al parque, se acercó a los niños y les comenzó a contar su aventura en el bosque y todo lo que había pasado la noche anterior, sin embargo, los niños no le creyeron y lo agredieron porque les parecía una persona extraña, le pegaron y lo dejaron en el suelo, triste y con las lágrimas brotando de sus ojos.
Nuevamente Pablito se sintió deprimido, pero a la vez comenzó a experimento una gran rabia dentro de sí, rabia porque sus padres no le prestaban atención, rabia por lo niños que nunca lo trataban bien, rabia por lo abusos por parte de estos últimos, y rabia por la inmensa soledad que todo le hacía sentir dentro de su corazón, Pablito no pensó en más que correr de vuelta a la cueva con el Señor D, ya que él era el único que realmente le daba la atención que nadie más le brindaba. Pablito corrió y corrió sin parar hasta llegar a la cueva, una vez estando en ella le conto todo al Señor D, con lágrimas en sus ojos por el llanto que no podía detener.
-Odio a esos niños, odios a mis padres y odios que nadie me tome en cuenta, odios esta ciudad… si no fuera por ti Señor D, no podría soportar esta tristeza-, Pablito lloraba sin parar y apretaba los puños de sus pequeñas manos.
-Ya no llores Pablito, ellos no merecen que tu derrames esas lágrimas.
-No quiero volver a casa Señor D, porque no servirá de nada que este en ella, si mis padres me ignoran.
-Pero debes estar en casa Pablito con tus padres.
-Lo se Señor D, pero será como ser invisible… ¡Solo quiero que mis padres estén más conmigo, que este conmigo y no dejen solo!-, El Señor D observaba a Pablito mientras se desahogaba.
-Yo puedo ayudarte con eso Pablito-, dijo repentinamente la pequeña criatura.
-¿Con que Señor D?-, preguntaba Pablito mientras se tranquilizaba y secaba sus ojos.
-Puedo ayudarte a que tus padres estén siempre contigo.
-¿Pero cómo?-, pregunto Pablito, pensando que no había forma de que sus padres pudieran estar más con él.
-Si me presento ante ellos, entonces te creerán todo y así comenzarán a prestarte más atención y poco a poco estarán siempre contigo, ya verás.
-¡Tienes razón Señor D!, como no se me ocurrió antes-, Pablito sintió una grane emoción, que rápidamente olvido la tristeza de la tarde.
-También te ayudare con esos niños, yo hablare con ellos para que dejen de molestarte y te acepten en su grupo, ya veras, no volverán a molestarte nunca más…
-¿En serio?, muchas gracias, realmente eres un gran amigo Señor D-, decía Pablito con un gran sentimiento de felicidad.
-Tú eres mi amigo Pablito y te prometí que cuidaría de ti y así lo hare, cuidare de ti toda la vida, no dejare que nadie te lastime.
-Ahora descansa pequeño, la noche a caído y puedo salir de la cueva.
-Y si voy contigo, así ellos verán que no me equivoco.
-Mejor espérame aquí, yo regresare más tarde con buenas noticias.
-Está bien, aquí te espero, te veo más tarde Señor D.
El señor D se despidió de Pablito y a pesar de su tamaño se movía con gran velocidad a través del bósque en camino hacia la ciudad, Pablito lo observo partir y se asombró de lo veloz que era su amigo, cuando le perdió de vista decidió sentarse a esperar. El tiempo avanzaba y aunque Pablito no tenía la percepción del mismo, sabía que el Señor D había tardado y comenzaba a sentirse algo aburrido sentado en la cueva, así que decidió levantarse y con un aire de valentía tomo la decisión de explorarla.
El señor D se despidió de Pablito y a pesar de su tamaño se movía con gran velocidad a través del bósque en camino hacia la ciudad, Pablito lo observo partir y se asombró de lo veloz que era su amigo, cuando le perdió de vista decidió sentarse a esperar. El tiempo avanzaba y aunque Pablito no tenía la percepción del mismo, sabía que el Señor D había tardado y comenzaba a sentirse algo aburrido sentado en la cueva, así que decidió levantarse y con un aire de valentía tomo la decisión de explorarla.
Pablito camino lento para evitar tropezarse con alguna rosa o pisar alguna que fuera puntiaguda y lastimarse el pie, la parte más profunda de la cueva estaba muy oscura y poco a poco pudo notar como dejaba de distinguir sus propios pies en las sobras. Pablito siguió caminando y repentinamente sintió debajo de su pie derecho una especie de rama, o era lo que él podía percibir, se agacho lentamente para recoger la "rama", era un rama gruesa pero lisa, Pablito nunca había agarrado una rama de ese tipo, ya que por lo general las ramas que recogía del suelo eran más delgadas y ásperas por su corteza y no tenian ambos extremos curvos.
Pablito decidió jugar con esa rama, imaginando que era un antiguo caballero que había entrado a la cueva de un temible dragón para acabar con él y salvar a una damisela en peligro.
-¡Sal de tu escondite dragón!-, dijo Pablito con voz amenazante y siguió avanzando con aire de heroísmo.
-Debería jugar al caballero y el dragón con el Señor D cuando regrese-, pensó Pablito mientras seguía caminando, hasta llegar a un punto en el cual la oscuridad era tan intensa que apenas distinguía su mano frente a su cara, por lo que decidió regresar de vuelta a la entrada de la cueva y esperar al Señor D para decirle del juego que se le había ocurrido. Cuando Pablito llego a la entrada de la cueva la luz de luna alumbraba apenas la zona fuera de la misma, entonces Pablito decidió sentarse nuevamente, dejo de lado la extraña "rama" a la cual no le presto mucha atención por su palidez, casi blanca, ya que sentía que el sueño empezaba a apoderarse de él.
-Bueno, creo que dormiré un poco mientras llega el Señor D, estoy seguro de que le agradará la idea de jugar al caballero y el dragón-, decía Pablito entre bostezos mientras se acomodaba recargándose en la pared de la cueva y se dejaba llevar por el sueño.
Las horas pasaron, Pablito despertó y sintió el calor de los rayos del sol en su rostro, miró a su alrededor buscando señales del Señor D, pero no veía nada, se acercó a la parte oscura de la cueva esperando que ahí se encontrara, lo llamo por su nombre, sin embargo, no había respuesta. Pablito pensó que tal vez el día había alcanzado al Señor D y que se había quedado en la ciudad, tal vez sus padres lo habían dejado quedarse en su cuarto cuando hablo con ellos, por lo que Pablito decidió ir a su casa a buscar a su amigo y ver si sus padres ya le creían, una leve risa se escapó de su boca al pensar en la cara de los niños cuando se dieron cuenta de que se habían equivocado y de pensar que sus padres estaría más con él.
Al llegar a su casa se dirigió rápidamente a su habitación para buscar al Señor D.
-Señor D, ¿Estas aquí?-, pero la habitación estaba vacía, no había rastro de su amigo.
-Debe estar abajo con mis papás-, se dijo así mismo Pablito y se dirigió a la cocina para buscar a sus padres.
-Mamá, Papá, Señor D, ¿Están aquí?-, Pablito entro a la cocina pero al igual que su habitación estaba totalmente vacía, busco por toda la casa, se asomó a la calle, subió a la habitación de sus padres pero no había nadie.
-No entiendo, ¿Dónde pueden estar todos?-, Pablito se sintió algo angustiado.
-¡Ya se, deben estar con los niños en el parque!, a lo mejor acompañaron al Señor D a hablar con los niños, espero que no se asolee, no quisiera que se lastime-. Pablito emprendió el camino al parque donde sabía que encontraría a los niños, sin embargo al llegar al lugar, no encontró a nadie, ni niños, ni sus padres, ni el Señor D.
-Qué raro, ¿dónde podrán estar todos?-, se preguntaba Pablito, sin embargo no se le ocurría nada.
-¡Ya se!-, dijo en voz alta Pablito, -Seguramente fueron a buscarme todos a la cueva del Señor D, y no los encuentro porque todos están allá, debo ir rápido antes de que puedan preocuparse. Pablito corrió alegre en dirección a la cueva del Señor D, pensando que su padres y los niños estaría allí con el Señor D esperándolo y pronto haría más amigos; entro al bósque, camino por el sendero y llego a la cueva del Señor D, notó como el viento comenzaba a soplar con fuerza, indicando que se acercaba una tormenta, el cielo comenzó a oscurecerse y los relámpagos alumbraban las nubes cargadas de la fuerte lluvia a punto de reventar.
Por fin, Pablito llego a la cueva lleno de alegría y con una gran euforia de ver la sorpresa que creía le tenía su amigo el Señor D.
-Señor D, ya regrese, ¿Dónde están todos?-, entro gritando Pablito con alegría. Sin embargo, su sorpresa fue mayor, ya que no había nadie en la cueva, parecía estar vacía como cuando había salido a su casa. Pablito comenzó a sentirse confundido, pues no había encontrado a nadie , no estaban sus padres en su casa y no estaban los niños en el parque, y ahora, no estaba su amigo en la cueva.
-¿Señor D?, ¿Hola?-, grito Pablito hacia adentro de la cueva.
-Pablito-, por fin escucho la voz del Señor D desde la oscuridad de la cueva.
-Señor D, ¿Dónde estabas?, te fui a buscar a todas parte.
-No hace mucho regrese, también te estaba buscando.
-Bueno… ¿y donde están mis padres?, ¿hablaste con ellos?, ¿fuiste a hablar con aquellos niños?
-Si Pablito, hable con tus padres y hable con aquellos niños-, la voz del Señor D, parecía un tanto fría, carente de emoción.
-¿Pero dónde están?, no lo encuentré en ningún lado.
-No te preocupes Pablito, pronto los veras, dime, ¿tienes hambre?
-Sí, y mucha, no he comido nada desde que me desperté.
-Bueno toma un poco de comida- el pequeño ser le pazo un trozo de carne que llevaba en las mandibulas-, cuando termines te llevare con tus papas.
-Está bien, gracias Señor D-, Pablito comenzó a comer la carne que le ofreció el Señor D, la cual como la anterior tenía un sabor extraño ya que estaba cruda, pero al igual que la vez anterior, rápidamente sus papilas gustativas se adaptaron al sabor de la carne.
-Y dime, ¿Qué tal te fue con mis papás?, ¿no se asustaron al verte?-, le pregunto Pablito mientras comía la carne.
-Al principio sí, pero cuando hable con ellos se tranquilizaron, así que aproveche para contarles sobre nuestro encuentro.
-Que bien, bueno ya quiero ver sus caras cuando los vea, sabrán que no mentía y sobre todo ahora saben que eres real.
-Si Pablito, pronto los veras.
-¿Y qué hay de los niños?
-Con ellos fue más fácil, no me costó trabajo.
-Que bien, cuando lo vea seguro que querrán ser mis amigos, porque nadie más tiene un amigo como tú-, continuó Pablito, contento y continuando con su comida.
De pronto, sintió algo duro dentro de la carne, algo que hizo sus dientes vibraran por la fuerte mordida que había dado, creyó que se trababa de algún hueso de la liebre, lo sintió dentro de su boca, lo movio con su lengua para acercalo a sus labios y lo saco con sus dedos.
-Creo que se te paso sacarle todos los huesos a la liebre-, decía Pablito riendo, mientras sacaba el pequeño objeto de su boca. Rápidamente pudo percatarse de que no se trataba de ningún hueso lo que había sacado de su boca, era un objeto pequeño parecía una moneda, pero con un gran orificio en su interior, Pablito la observó y se dió cuenta de que no era ningún hueso ni tampoco una moneda, el pequeño objeto que había sacado de su boca era un anillo, observándolo detenidamente, pudo reconocer el objeto; repentinamente Pablito soltó el anillo y su cara palideció en un instante, miro el bulto de carne que sostenía en la mano y sus ojos se llenaron de asombro, abriendose casi desorbitadamente.
-Señor D, ¿De dónde sacaste esta carne?, ese anillo… ¡es de mi mamá!.
-Pablito termina tu comida, pronto veras a tus padres-, la voz del Señor D se tornó seria y fría.
-¿Dónde están mis padres Señor D?, ¡llévame con ellos!-, dijo Pablito con tono de reclamo, el Señor D solo lo observo fijamente por unos segundo y acto seguido continuó hablando.
-De acuerdo… ven Pablito te llevare con tus padres-, dijo el Señor D, y acto seguido comenzó a caminar dentro de la cueva, Pablito los siguió de cerca sintiendo una gran incertidumbre, no sabía que pensar en esos momentos, solo en ver a sus padres a la vez que comenzaba a experimentar un sentimiento de sospecha hacia el Señor D, finalmente el Señor D se detuvo y giró su cabeza hacia Pablito.
-Mira Pablito ahí están tus padres-, dijo sin titubeo apuntando con la cabeza hacia una zona de la cueva, Pablito se acercó para tratar de ver mejor, pues la oscuridad de la cueva no le permitía ver correctamente, el cielo se había cubierto rápidamente de nubes, el viento arrecio y los truenos comenzaron a escucharse, de pronto un rayo que atravesaba el cielo iluminó gran parte de la cueva haciendo ver a Pablito un escenario digno solo de sus más mórbidas pesadillas, pues en el suelo ya hacían los restos de sus padres, sus brazos y piernas arrancados, el pecho abierto por la mitad y sus rostros reflejaban el horror de sus últimos momentos de vida. Pablito retrocedió y tropezó, siguió retrocediendo apoyándose de las manos en el suelo hasta topar con una de las paredes de la cueva, sus ojos se opacaron, su rostro palideció al punto de casi no reflejar color en la piel, no podía dar fé a lo que veían sus ojos, sus manos comenzaron a temblar sin parar, su reparación se aceleró y su cabeza comenzó a dar vueltas, trató de no mirar las figuras de sus padres y enfocó su mirada al Señor D, quien solo observaba desde la distancia sin hacer ningún sonido, gesto o movimiento, solo permanecía de pie, mirándolo fijamente, Pablito quería gritar pero sentía un nudo en la garganta que le imposibilitaba pronunciar palabra alguna.
-¿Pero qué has hecho?-, pudo pronunciar por fin después de lo que le pareció una eternidad.
-Te prometí que tus padres estarían siempre contigo-, respondió con tranquilidad el Señor D.
-¡Pero has matado a mis padres!
-No Pablito, yo no maté a tus padres-, respondió la criatura. Pablito se sintió aún más confundido de lo que ya estaba, las palabras del Señor D habían causado una fuerte impresión en su cabeza.
-No entiendo, si tú no fuiste… ¿Quién mató a mis padres?, ¡dímelo por favor!.
-Acércate-, dijo la criatura, Pablito se puso de pie lentamente y con paso temeroso se acerco al Señor D, quien a su vez camino hacia la entrada de cueva.
-Espera ¿a dónde vas?
-Te mostrare quien le hizo esto a tus padres.
-¿Esta aquí?
-Sí, sígueme Pablito.
-Pero si intenta matarte a mí también.
-Descuida, él no puede hacerte daño, y no dejare que te lastime.
Pablito siguió caminando con paso temeroso detrás del Señor D, hasta llegar a la entrada de la cueva, afuera todo era iluminado únicamente por la luz de los rayos, seguido de los fuertes truenos de la tormenta que caía sobre el lugar. Al estar casi fuera de la cueva Pablito se acercó al Señor D quien solo estaba parado en la entrada con la mirada al suelo.
-Y bien, ¿Dónde está?
-Acércate.
-No veo a nadie.
-Ven Pablito, ahora vera al asesino de tus padres-, Pablito se acercó al Señor D, quien seguía mirando al suelo, al llegar hasta su lago Pablito pudo observar que lo que contemplaba en el suelo el Señor D era un pequeño charco de agua, donde veía su reflejo, Pablito no comprendía porque el Señor D miraba su reflejo en ese charco.
-Ahí está el asesino de tus padres-, pronunció el Señor D con su voz profunda.
-Pero ahí solo veo…-, Pablito se detuvo en seco al ver su reflejo en el agua, no había sido capaz de mirarse a un espejo en todo el día y cuando vio su reflejo en el charco todo se aclaró en su mente, y como si un rayo hubiese caído del cielo y hubiera travesado su cabeza, la verdad le fue revelada a través de sus recuerdos.
-Tú no eres real, ¿verdad?-, fue lo único que pudo pronunciar Pablito aun estando en shock.
-Soy tan real como tú me permitas serlo Pablito-, respondió el Señor D.
De pronto Pablito se hundió en lo más profundo de su memoria…
Al estar solo en la cueva su mente comenzó a divagar y crear una realidad que solo él era capaz de ver, al sentirse tan solo canalizo sus deseos de tener un amigo a través de la creación de un ser imaginario, un amigo que él podía ver y escuchar, sin embargo, lo que realmente sucedió es que Pablito creó una doble personalidad, hablaba consigo haciendole ver que su alter ego el Señor D lo alimentó, dentro de su imaginación distorsionad, cuando en realidad tomó una pequeña liebre y la golpeo hasta acabar con su vida, acto seguido comenzó a devorarla para calmar su hambre, no era un hambre común, esta no se sació al devorar la carne de la desdichada liebre, se sació mientras Pablito la golpeaba con una roca hasta marchar de sangre su ropa y rostro.
Mientras la noche avanzaba Pablito solo pensaba en lo mal que lo trataban los niños y lo poco que lo escuchaban sus padres, al amanecer cuando trato de contar a sus padres su supuesta aventura, estos no notaron la sangre en Pablito y los niños al verlo en ese estado lo agredieron por pensar que se trataba de un lunático, esto aunado a su desconexión con la realidad hizo que en Pablito se fortaleciera su doble personalidad, por lo que decidió regresar al lugar donde todo había surgido solo para resolver su situación.
Esperando que cayera la noche, emprendió camino a casa, al llegar tomo un cuchillo de la cocina, entro en la habitación de sus padres mientras estos dormían y los apuñalo en el pecho repetidas veces hasta matarlos, posteriormente tomó una hacha pequeña que su padre había comprado pero que nunca había usado, hacha a la cual Pablito dio un buen uso, cortando las piernas y brazos de sus padres, después tomó una par de maletas grandes de la habitación de sus difuntos padres y en cada una metió los cuerpos mutilados de los mismos, con cuidado y con trabajos para su pequeña estatura y edad, llevo los cuerpos a la cueva, los acomodo en una de las paredes de la misma y notó las expresión de terror en sus rostros cuando despertaron por el impacto del arma en su pecho y aún más, cuando en los últimos instantes descubrieron que el atacante no era otro más que su propio hijo.
Después de acomodar los cuerpos de sus padres se dirigió al parque donde sabía que estarían aquellos niños que lo habían atacado, al llegar les grito tantas maldiciones como su mente le permitía decir, acto al que los niños respondieron con agresión intentando golpearlo nuevamente, pero Pablito llevaba el cuchillo oculto y cuando estuvo lo suficientemente cerca de ellos saco el arma y procedió a atacar al más cerca, logrando hacerle un corte en el cuello. Los demás niños al ver el grotesco espectáculo intentaron huir, pero no fueron lo suficientemente rápidos, pues Pablito a pesar de su pequeño tamaño era más rápido que ellos, además de estar sumido en el trance mientras el Señor D era quien tomaba su lugar para acabar con los niños que molestaban a su amigo, al terminar su masacre, tomó los cuerpos de los niños, nadie paso por ese rumbo y nadie vió lo que Pablito y el Señor D cometieron en ese momento, puesto que el parque no era muy concurrido salvo por esos niños, y los padres de estos eran casi tan desatendidos como los padres de Pablito.
Cuando Pablito por fin termino de recordar todo, cayo de rodillas en el suelo con la mirada al cielo, sentía las frías gotas de la lluvia sobre su rostro, sin embargo, apenas escuchaba el estruendo de los rayos, hasta que poco a poco y como si se quitara tapones de los oídos los sonidos se fueron restableciendo en su cabeza, la lluvia, los truenos, su corazón. Pablito miró a su lado y a su alrededor, estaba solo, el Señor D había desaparecido.
-Pablito-, de pronto escucho, -Aquí estoy-, el Señor D hablaba con él. Pablito solo miró detrás de su hombro derecho y entonces pudo ver que la pequeña criatura tomaba forma nuevamente dentro de la cueva.
-Señor D.
-Dime Pablito.
Pablito respiro lento, inhalando y exhalando a travez de su nariz.
-¿Tu siempre estarás conmigo?-, Continuó Pablito.
-Si Pablito, yo siempre estaré contigo.
-Mis padres ahora estarán siempre conmigo ¿verdad?
-Así es, ellos estarán contigo siempre mi amigo.
-¿Tú me cuidaras?
-Sí, yo siempre te cuidare, no dejare que nadie te lastime.
Pablito volvió a respirar.
-Señor D.
-Dime Pablito.
-Tengo hambre.
-Entonces come, aún hay mucha comida.
-Si… comeré…
Y así… Pablito se alimentó de la carne que tenía a su disposición, en compañía de su mejor amigo, el Señor D.
Eventualmente Pablito creció y se volvió más fuerte al igual que el Señor D, por lo mientras siguieron jugando, se divierten y comen, comen mucho, pues aún queda mucha carne disponible en la tierra.
Te preguntarás cómo lo se...
Bueno quería que alguien, conociera mi historia y pronto...
Te encontrare, pues aun tengo hambre....
Te encontrare, pues aun tengo hambre....
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