jueves, 25 de agosto de 2016

Smile.dog




La primera vez que conocí a Mary E. personalmente fue en el verano de 2007. Su esposo, Terence, con quien ella ha estado casada desde hace quince años, hizo un arreglo conmigo para poder entrevistarla. Inicialmente, Mary estuvo de acuerdo, ya que yo no era ningún periodista, sino un escritor novato que quería obtener información para completar unas tareas de la universidad. Además, yo planeaba escribir algunas obras de ficción si la entrevista terminaba bien. Acordamos que la entrevista iba a ser durante un fin de semana en el cual yo esté en Chicago. Sin embargo, Mary se rehusó a la entrevista en el último memento y se encerró en la recámara de su esposo y ella. Durante media hora Terence y yo nos quedamos al frente de la puerta de esa recámara. Yo escuchaba y tomaba notas mientras que Terence trataba de calmar a su esposa, en vano.

Las cosas que decía Mary tenían poco sentido, pero seguían el patrón que yo estaba esperando: a pesar de que no podía verla, era claro que ella estaba llorando; y sus objeciones de hablar conmigo se centraban en una diatriba incoherente sobre sus sueños, o más bien, sus pesadillas. Terence pidió disculpas cuando finalmente...



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